Varios hemos escuchado la frase “¡Despacio que voy de prisa!”.
Pues no puedo pensar en un ámbito más propicio para la aplicación de esta frase que en el ámbito de los llamados negocios “urgentes” o “de oportunidad”.
No resulta poco común en el mundo empresarial que los negocios se pretendan manejar a excesiva velocidad, por miedo a no perderse una maravillosa oportunidad de oro (F.O.M.O).
En ocasiones la urgencia es de quien no quiere “perder” esa tremenda oportunidad que sólo viene una vez en la vida. Otras veces es el mismo proponente quien presiona para que se tome una pronta decisión so pretexto que, de no tomarse la misma, se le ofrecerá esta “ganga” a otra persona que sí la valore.
Lo cierto es que, en la mayoría de los casos, cuando se toman decisiones apuradas, con demasiada urgencia y sin contar con suficiente información, lo más probable es que se perderá más dinero del que se tenía contemplado ganar.
Y esto siempre es malo para los negocios, ya que, aunque un empresario se pueda dar el lujo de perder lo que invirtió por no ser demasiado representativo en el momento, nadie invierte para perder o para tirar el dinero a la basura.
Al reconocido y admirado inversionista Warrent Buffet se le atribuye la frase que la primera regla en los negocios consiste en no perder dinero. Y no hay nada más apegado a la realidad. Pues cualquier pérdida, aunque mínima, igual consiste en una pérdida y sumada con otras, podría elevarse a dimensiones no previstas causando un verdadero impacto financiero para quien las acumula.
Y cabe aclarar que, no nos referimos exclusivamente a pérdidas económicas (aunque en su mayoría siempre son cuantificables).
También hablamos de pérdidas en reputación, pérdida de amistades, pérdidas de tiempo, costos de oportunidad de no haber hecho una actividad más rentable o satisfactoria con el tiempo o los recursos disponibles, etc.
Por lo general, cuando se comienzan a discutir los pormenores de un negocio, suele tomar control la adrenalina y se le impone a la razón. Por ello casi siempre es buena idea no dejarse llevar puramente por los impulsos y en cambio consultar con la persona más escéptica e incrédula que, por excelencia, tienes a tu alrededor: Tu Abogado.
Casi siempre los abogados somos aquellos a quienes se nos atribuye una nube negra acompañada de mentalidad catastrófica, acusándonos en muchas ocasiones de no solamente entorpecer la agilidad en los negocios, sino que también de asustar a las personas con nuestros malos augurios.
Sin embargo, ni esto es cierto en todos los casos (bueno, tal vez en algunas ocasiones cuando en realidad lo amerita), ni todas las veces nos encontraremos frente a situaciones de verdadera alarma para las cuales debamos disparar nuestras alertas. Y de hecho, nuestro trabajo es precisamente el de pensar mal y desconfiar.
Nuestra labor consiste en asesorar, ser realistas, poner los puntos sobre las “íes” y discutir aquellos temas espinosos que nadie quiere conversar por “miedo” a deshacer el negocio o por “temor a no ofender”.
Sin embargo; estas preguntas, son aquellas que vale la pena realizar antes de meterse en un problema del que costará mucho salir, o cuando menos, generar el diálogo necesario para poderlo hacer de manera razonable y en las mejores condiciones posibles para todos los involucrados.
Así pues, la próxima vez que alguien te ofrezca un negocio de “oportunidad” o de “urgencia”, del cual si no decides en las próximas horas “te arrepentirás de por vida” de no haberlo tomado: Detente. Reflexiona. Cuenta hasta 10, y mejor llama a tu abogado, pero definitivamente, no entres sin tener un claro panorama de lo que estás haciendo, ni medidos los riesgos específicos a los que te enfrentas.
Y si por algún motivo no tienes abogado, o tu abogado no sabe mucho de negocios por dedicarse a otras áreas diferentes al derecho empresarial, pues entonces: ¡llámanos y con gusto te podremos apoyar!
DE LA GASCA & CIA.
contacto: info@delagasca.com
WhatsApp: +503 2223 3380
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